Molina de Antonio Curbelo

En el recorrido por la carretera FV-30, entre El Valle de Santa Inés y Almácigo, se despliega un paisaje salpicado de historia y tradición, donde los ingenios harineros se erigen como testigos mudos de un pasado cerealista que marcó el devenir de Fuerteventura. Entre estos monumentos patrimoniales, destacan dos molinos y dos pequeñas y singulares molinas, siendo la Molina de Antonio Curbelo un destacado emblema de esta herencia, merecedora de una mirada detallada.

La Molina de Antonio Curbelo se erige en el área conocida como Tablero de La Maretita, en la localidad de El Almácigo, perteneciente al municipio de Puerto del Rosario. Aunque sus dimensiones podrían parecer modestas a primera vista, su importancia trasciende su tamaño, encapsulando la destreza y la ingeniería de una época.

Construida a principios del Siglo XX, esta molina se distingue por su peculiar diseño, con una planta cuadrangular que apenas supera los 10 metros cuadrados, y una altura que escasamente sobrepasa los dos metros. A pesar de su apariencia como una miniatura de molina tradicional, la Molina de Antonio Curbelo alberga todos los elementos necesarios para la elaboración del gofio, ese venerado producto de la gastronomía canaria.

Siguiendo la estampa de las molinas tradicionales, su estructura exhibe una planta rectangular con esquinas redondeadas, rematada por una torre de madera adornada con seis aspas. Los muros, erigidos con mampostería de piedra caliza y barro, están revestidos con mortero de cal en el exterior y torta de barro en el interior, una técnica ancestral que resiste al paso del tiempo.

El año 2013 marcó un hito en la historia de este emblemático ingenio, cuando el Cabildo majorero emprendió una ambiciosa restauración que devolvió el esplendor a la Molina de Antonio Curbelo. Esta labor incluyó la rehabilitación del mecanismo interior, asegurando así que la maquinaria ancestral pudiera seguir operativa para las generaciones venideras.

La Molina de Antonio Curbelo no es solo un monumento histórico, sino un recordatorio tangible de la tenacidad y la creatividad de aquellos que, generación tras generación, han labrado su existencia en la árida tierra de Fuerteventura. Su presencia, enclavada en el paisaje volcánico de la isla, evoca un tiempo en el que la producción de gofio no solo alimentaba cuerpos, sino que también nutría el alma de una comunidad arraigada a sus tradiciones.

A medida que el tiempo avanza y el progreso tecnológico transforma los paisajes, la Molina de Antonio Curbelo permanece como un faro de conexión con las raíces, recordándonos que, en ocasiones, la grandeza se encuentra en lo diminuto, y que el legado de nuestros antepasados sigue siendo un tesoro invaluable que merece ser preservado y celebrado.

Características de las molinas

Las molinas, uno de los ingenios harineros más distintivos de Canarias, surgieron en La Palma en la segunda mitad del siglo XIX, bajo la inventiva de Isidoro Ortega Sánchez. Gracias a su versatilidad y facilidad de construcción, no tardaron en expandirse a otras islas. Las primeras molinas de Fuerteventura se levantaron en el último cuarto del mismo siglo.

Lo más notable de las molinas es su peculiar forma exterior y el número variable de aspas. Generalmente de planta rectangular y de una sola altura, estas estructuras pueden contar con entre 4 y 12 aspas, siempre en número par.

La torre de madera sostenía el mecanismo y se apoyaba en un pivote metálico que giraba sobre una plancha de hierro en el suelo. La maquinaria de molturación consistía en dos muelas, una tolva y una canaleja, similar a la de los molinos tradicionales.

En Fuerteventura, los molinos de viento harineros del “sistema Ortega” fueron adaptados a las condiciones eólicas específicas de la isla, así como a los materiales disponibles para su construcción, gracias a las modificaciones realizadas por carpinteros y artesanos locales.

Aunque funcionan de manera similar a los molinos tradicionales, las molinas presentan una maquinaria más simple y una apariencia exterior diferente. Su principal innovación radica en la consolidación de todas las actividades de molienda y manipulación del grano en una única planta, lo que proporcionó una ventaja sobre los molinos tradicionales, donde el molinero enfrentaba dificultades al tener que desplazarse entre múltiples plantas del edificio.

Además, las molinas destacan por su “portabilidad”. En caso necesario, los propietarios podían trasladar la torre y la maquinaria de molienda a una nueva edificación con relativa facilidad, ofreciendo una flexibilidad que los molinos tradicionales no tenían.

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