
Los mahos, los primeros pobladores de Fuerteventura, cuando arriaron a las costas majoreras, ya eran conocedores tanto de las artes de pesca como del uso del hierro. La inexistencia de lugares con altas concentraciones de metales impidió el desarrollo de labores metalúrgicas en la isla. Así que, tuvieron que adaptarse al medio y conseguir sacar el mayor aprovechamiento posible del territorio
Su alimentación estaba basada, fundamentalmente, en la ganadería caprina y, en menor medida, en el cultivo del cereal. La pesca y la recolección de moluscos, en los charcos de la zona intermareal, eran labores importantísimas en su día a día.
Los aborígenes eran buenos nadadores, pero no se alejaban de la costa demasiado, realizando lo que se denomina “pesca de orilla”.
En el Le Canarien, las crónicas de la conquista se puede leer, en relación a la isla de Gran Canaria:
Allí acuden los canarios y, nadando ágilmente entre la playa y la nave, se entregan a gusto al comercio de trueque: sangre de drago e higos por anzuelos, agujas de coser y hierros viejos, lo que si a los europeos parece un bonito negocio, no lo parecería menos a los canarios; lo que en fin demuestra que ya tenían buena experiencia de este tráfico.
El fraile franciscano Abreu Galindo, quien recogió algunas de las tradiciones orales de los indígenas de Fuerteventura, en el siglo XVI, contó:
“Eran grandes nadadores, y a palos mataban los peces”
La técnica que menciona Galindo se trata del sistema de barbasco, conocido tradicionalmente como embroscar o embarbascar, (envarbascar).

El embarbascado
El embarbascado consiste en el aprovechamiento pesquero tanto de los charcos naturales como de las radas marinas y de las pequeñas calas.
En ambos casos el procedimiento, para capturar peces, era similar.
Primero, durante la bajamar, se procedía a levantar pequeños muros de piedras cerrando los charcos, a modo de cerco. En la pleamar los peces se acercan más a la orilla para alimentarse, quedando en la siguiente bajamar, atrapados dentro del cerco de piedra. Es ese el momento de proceder al embarbascado.
Se disolvía, en el agua del mar, el látex del cardón y de la tabaiba amarga, cuyas cualidades venenosas son capaces de narcotizar a los peces. Una vez estaban los peces adormecidos se entraba en los charcos, capturando la pesca con las manos, e introduciéndolos en cestas de hojas de palma.

Las Salinas del Carmen, la Caleta del Barco y Majanicho son tres enclaves donde los aborígenes hacían el embarbascado.
Esta técnica ha gozado de gran arraigo en Canarias hasta mediados del siglo XX, momento en el que fue definitivamente prohibida.
La pesca con caña

La pesca con caña, sedal y anzuelos es una técnica que se viene desarrollando, en todas las culturas del planeta, de manera similar desde el paleolítico.
Los humanos empezaron a manufacturar anzuelos con conchas hace más de 25.000 años, y no pasaron a realizarlos en metal hasta hace unos 3000 años.
Los mahos, al carecer de metales en Fuerteventura, elaboraron los anzuelos con conchas marinas, huesos y cuernos de cabras.
En el siglo XVII, Antonio Cedeño, escribió en relación a la pesca con caña de los aborígenes canarios:
Cogían gran cantidad de pescado en corrales que hacían, i lo más con ançuelos de cuernos de carnero labrados con fuego i agua caliente con los pedernales i eran fuertísimos aún mejores que los de açero.
Estas técnicas son extrapolables a todas las islas del archipiélago, incluida Fuerteventura.
Los sedales que manufacturaban los mahos tenían diversos grosores. Eran elaborados trenzando, y torciendo, tanto hilos de hojas de palmera como cuero.
Unos hilos, eran muy finos y se usaban para empatar el anzuelo a la línea. Otros se hacían de mayor grosor y resistencia, y servían de sedal.
El éxito de la pesca dependía, en buena medida, del material con el que se elaboraba la caña. Tenía que tener la fortaleza y la sensibilidad suficiente, en la punta, como para poder transmitir los tirones del pez cuando este mordiera el anzuelo, además de que no se rompiera al sacar las piezas del agua.
La ausencia, en la isla de Fuerteventura, de variedades vegetales tan flexibles como la caña común, supuso un desafío para los aborígenes. Tuvieron que buscar un material adecuado. Fabricaron las cañas de pescar aprovechando ramas de sabinas encorvadas en la punta.
Puesto que la sabina no era una madera muy abundante en la isla, su puntera se tenía que salvaguardar de alguna manera. Para darle mayor resistencia a la punta se le añadía un puntero (o puntera) elaborado con cuerno de caprino. De esta forma se evitaba que la caña se quebrara en los momentos de mayor tensión.
Esta técnica milenaria, la de colocar una puntera hecha de asta de caprino en la caña, se sigue desarrollando entre los pescadores más entusiastas de las tradiciones majoreras.
Otras artes de pesca
A pesar de que no exista constancia arqueológica, aunque sí recogida por las fuentes escritas, se conoce que los aborígenes hacían uso de redes, que podían haber sido elaboradas con juncos, eneas, y palma.