La pardela cenicienta (Calonectris diomedea) es un ave marina pelágica que habita, fundamentalmente, en la costa atlántica. Canarias es el lugar donde mayor población de estas aves se concentra.
Nidifica en todas las islas e islotes del Archipiélago Canario, y es uno de los símbolos naturales de nuestras costas.
El característico canto nocturno que emite, sobre todo, durante los cortejos prenupciales, es uno de los motivos por el que este ave es muy popular entre los canarios. De hecho, el sonido que hacen, muy parecido a un niño llorando o un gato en apuros, es el causante de que a la pardela cenicienta se la conozca también por los nombres de guaña-guaña y llantina.
Fuerteventura siempre fue un buen lugar para que diversas especies de pardelas nidificaran. De hecho, no es extraño encontrar fósiles de pardela del malpaís (Puffinus olsoni) en cuevas y grietas volcánicas, o de la pardela de la arena (Puffinus holeae) en los jables. Estas dos especies hace siglos que se extinguieron. Actualmente las costas majoreras son visitadas por otras subespecies de pardelas, siendo la pardela cenicienta, la pardela chica y la pardela macaronésica las más comunes de encontrar en Fuerteventura.
Hoy nos centramos en la pardela cenicienta, la más abundante de todas.
La pardela cenicienta es un ave marina de mediano tamaño. Tiene una envergadura alar de 120-125 cm y mide unos 45-56 cm de longitud. Sus alas largas, delgadas y puntiagudas, están adaptadas para aprovechar al máximo los frecuentes vientos que soplan sobre la superficie marina.
Su estrategia de vuelo, siempre a escasa altura sobre el agua, se basa en largas secuencias de planeo combinadas con secuencias de vuelo batiendo las alas. Cuando están posadas sobre el mar y sin viento, requieren de una corta carrera para poder despegar.
Cuenta con un plumaje de tonos pardo oscuro y grisáceo en las zonas superiores del cuerpo (de ahí su nombre de cenicienta), que llega hasta la zona inferior del pico. El vientre es blanco prácticamente en su totalidad, salvo en el borde externo de las alas, que es oscuro.
Su cabeza robusta y redondeada alberga un pico amarillento que se torna gris oscuro en la punta, con tubos nasales muy desarrollados
Aunque la especie presenta un leve dimorfismo sexual en donde los machos son algo más grandes, con mayor talla, y picos más largos y desarrollados que las hembras, estas diferencias no son tan llamativas como para poder distinguir ambos sexos en pleno vuelo.
La pardela cenicienta busca su alimento sumergiéndose y nadando algunos metros bajo el agua. Allí captura pequeños peces, sardinas y boquerones. Los crustáceos y cefalópodos también entran en su dieta. Además, al igual que las gaviotas, las pardelas aprovechan todo tipo de deshechos de la actividad pesquera.
Se calcula que hay unas 30.000 parejas reproductoras de pardelas cenicienta en todo el Archipiélago Canario. La mayoría se concentran en el Parque Natural del Archipiélago Chinijo con colonias de 10.000 parejas.
En lo que respecta a Fuerteventura se estima que, la mayor colonia de pardelas cenicienta se encuentra en el Islote de Lobos, con unas 1000 parejas reproductoras.
Como especie pelágica que es, la pardela cenicienta vive en mar abierto, acudiendo a tierra firme tan solo durante el período reproductor, que va desde abril a octubre. Durante esos meses machos y hembras invierten unos cincuenta días incubando un único huevo y más de ochenta criando al pollo, que abandonará el nido con la apariencia de un adulto.
Las parejas nidifican en huras (túneles o grietas) situadas debajo de rocas, a menudo dentro de cuevas, entre la densa vegetación baja, o en pequeñas galerías excavadas por ellas mismas o incluso en antiguas madrigueras de conejo.
Durante la nidificación las pardelas son gregarias y forman colonias muy numerosas.
Los progenitores retornan al nido para alimentar al pollo tras estar varios días en el mar en busca de alimento.
En la isla de Fuerteventura la pardela cenicienta nidifica, principalmente, en la costa occidental, en especial entre Ajuy y el barranco de Esquinzo, también en el sureste entre La Lajita y Pozo Negro. Se ha constatado, además, la existencia de alguna colonia en el interior de la isla.
Después de la época de cría, en el mes de octubre, abandonan el archipiélago. Pasan el invierno frente a las costas de Sudamérica y Sudáfrica. Y a mediados de febrero empiezan a llegar, de nuevo, de manera progresiva a Canarias.
La pardela cenicienta es un ave muy longeva. Puede llegar a vivir 30 años.
Las pardelas como recurso alimenticio.
El capturar pardelas ha sido siempre una constante en los habitantes de la isla. Estas aves formaron parte de la alimentación de los majos. Tras la conquista de Canarias y la posterior colonización se siguieron capturando.
El pardeleo (acción de cazar pardelas) producía grandes matanzas de estas aves en época de cría, y era una actividad común en toda la macaronesia. En Madeira, por ejemplo, llegó a funcionar una fábrica que enlataba la carne y la grasa de los pichones. Sus plumas se empleaban en la confección de flores artificiales y eran exportadas a Inglaterra como relleno para colchones a finales del siglo XIX.
Pero en Canarias no nos quedábamos atrás. La Graciosa y el islote de Alegranza eran enclaves de especial concentración de pardelas, también de su caza. Torriani, a finales del siglo XVI resaltó la abundancia de pardelas en La Graciosa:
“como se saca gran cantidad de grasa, porque tienen mucha, la cual se emplea para quemar (encender candiles) y para engrasar los obenques de las naves, y para las construcciones debajo del agua, que para este uso es tan buena como el aceite de pescado”.
El islote de Lobos estuvo arrendado, durante siglos, para la caza de las pardelas. En el Archivo de Simancas se encuentra el documento que Joseph Ruíz escribió en 1772, y que dice:
cerca de Fuerteventura, está situada la pequeña e inavitada ysla de Lobos, que tiene una legua de circunferencia, y no otra particularidad que la de estar arrendada en doze pesos para la caza de las pardelas…
En cuanto al islote de Alegranza, Joseph comenta:
No es tan larga como la Graciosa, pero produce orchilla y se crian en sus orillas gran cantidad de pardelas, aves mui semejantes a las gabiotas, de las cuales sacan los de Lanzarote azeyte y grasa para alumbrarse (…)
El aceite de pardela se utilizaba en la medicina popular canaria. Con su grasa se preparaba un ungüento para tratar enfermedades respiratorias, linimento que no servía para nada.
En la actualidad las pardelas están protegidas legalmente, estando prohibida cualquier forma de captura. No obstante, la caza furtiva de los pollos persiste de manera marginal en algunas zonas de la isla.
En noviembre, las pardelas dejan sus nidos. Los ejemplares jóvenes quedan cegados y desorientados por las farolas y el alumbrado de las ciudades. Éstos terminan chocando contra edificios y tendidos eléctricos. Diversas organizaciones locales, Cabildos y el Gobierno de Canarias hacen frente al problema con la recogida, el cuidado y la posterior suelta de pardelas extraviadas.
También realizan campañas de sensibilización y se apagan, en determinadas localidades costeras, el alumbrado público nocturno.