Antiguas profesiones de Fuerteventura: El lañador

Pocos son los productos que se salvan de morir antes de tiempo. Casi todo, desde automóviles hasta prendas de vestir, tienen sus días contados antes de salir de fábrica, es lo que conocemos como obsolescencia programada. Esto unido a la deriva de una sociedad centrada en el consumo, ha originado que muchas profesiones hayan desaparecido por completo, sobre todo aquellas dedicadas a arreglar, reparar y enmendar todo tipo de artilugios. 

Antaño, las cosas se fabricaban no solo para que durasen toda una vida, sino pensando en las generaciones venideras.

Entre los objetos que se manufacturaban para que duraran muchas décadas estaban los productos alfareros. Cuando una pieza de cerámica se rompía no se tiraba, había que repararlas llamando al “lañador” de la zona.

lañador abriendo orificios – Imagen: Ana Belén García Muñoz
¿Qué es un lañador o lañaor?

El lañador es la persona que mediante lañas era capaz de arreglar utensilios cerámicos o de barro. Los objetos más habituales que se reparaban eran lebrillos, platos, tinajas, tazas, etc. También las grandes piezas elaboradas en piedra como podían ser pilares de agua, fuentes, o esculturas.

¿Qué son las lañas?

Se conoce como “laña“, a una grapa metálica utilizada tradicionalmente para evitar la progresión de una grieta en un recipiente o para unir fragmentos de objetos cerámicos. 

¿Cuál es el origen de los lañadores?

El remendar utensilios de barro cuando estos se quebraban era una práctica habitual en la Edad del Bronce. Para tal fin se utilizaba una especie de cataplasma o masilla elaborada con resinas y fibras textiles. Esta masilla rellenaba y sellaba grietas y juntas.

Imagen: Ana Belén García Muñoz

Del método reparador hecho con masilla se pasó al cosido. Esta ancestral técnica apenas ha variado a lo largo de los siglos. Para ello primero había que reunir los fragmentos cerámicos o pétreos, y hacerles diversos orificios muy finos y equidistantes de la línea de fractura. Posteriormente se unían mediante la costura realizada con un material textil o con materiales colagénicos como hilos de cuero o tendones. Esta singular forma de unir piezas ya la realizaba el hombre de Cro-Magnon en elementos de madera y cuero.

Lo más importante en el cosido de piezas rígidas no era el contar con una aguja para coser los materiales, sino, más bien, el tener un sistema de perforación y un elemento para hacer pasar el hilo al otro lado del orificio.

Las primeras costuras metálicas que aparecen en utensilios del hogar datan de hace más de 5000 años. Uno de los ejemplos más antiguos que se conservan es el conocido como Vaso de Uruk, un vaso de alabastro que fue reconstruido con lañas de bronce.

Con los años, el sistema de lañas fue perfeccionándose hasta tal punto que, ya no era necesario que los orificios practicados en los trozos la atravesaran. 

A partir del siglo XIV se comenzó a utilizar pequeños alambres o varillas de hierro con los extremos puntiagudos. Dichos alambres penetraban en la pasta cerámica pero no llegaban a traspasar su grosor. 

Una vez colocados las lañas, los huecos y la misma línea de fractura o grieta, eran rellenados con diversos tipos de masilla o adhesivo para suprimir cualquier movimiento posterior evitando, así, la fuga de líquidos. 

La parte más complicada en la labor del lañador estribaba en la realización de los huecos que no debían traspasar la pasta cerámica

Desde el siglo XVI el oficio de lañador fue ejercido por una gran variedad de gremios artesanos que tenían en común la vida ambulante. Entre estos oficios se encontraban caldereros, latoneros, cerrajeros, afiladores, plomeros, estañadores, herreros, etc.

Además de lañador también se les llamó componedores, adobadores, apañadores y remendones. También cantorleiros, parafuseiros, cerralleiros y afiadores

Imagen: Ana Belén García Muñoz

Los lañadores de Fuerteventura

Los lañadores llegaron a Canarias tras la colonización castellana. Era un oficio eminentemente masculino, relegado, por lo general, a personas con escasos recursos económicos.

Los lañadores en Fuerteventura recorrían la isla a lomos de burros tocando una singular melodía. Cuando llegaban a una localidad más o menos grande (Puerto Cabras, Betancuria, la Oliva,…) se establecían en un punto estratégico. Eran las mujeres y los muchachos los encargados de llevar lebrillos, jarras, platos,…hasta el puesto del lañador para que lo repararan.

Los lañadores también visitaban las viviendas aisladas, alejadas de cualquier núcleo poblacional. En esos casos el remiendo se hacia en la misma puerta de la casa.

Nunca hubo un censo de lañadores en Fuerteventura, aunque se estima que el número de lañadores activos al mismo tiempo no pasaba de tres en toda la isla: uno para la zona norte y otra para la sur de Fuerteventura.

Julian Alonso Soto y su hijo Miguel Alonso de la Fé fueron dos lañadores majoreros, de los pocos que se conocen sus nombres.

Padre e hijo partieron a Cuba a finales del siglo XIX a hacer fortuna dejando en la isla a su mujer doña María de la Fe y Rivero

Aunque la profesión de Lañador desapareció, hace unas décadas, de las calles y pueblos de nuestra isla, municipios como Puerto del Rosario y La Oliva han querido que el lañador no desaparezca de la memoria colectiva denominando diversas calles con este ancestral oficio.

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