
Desde gran parte del municipio norteño de la Oliva se puede divisar, anclado en la Bocaina, el islote de Lobos, a unos 2 kilómetros de Fuerteventura.
El tamaño de esta pequeña isla, de poco más 4,5 kilómetros cuadrados, no está nada reñido con una dilatada historia, que se remonta, como mínimo, al siglo I de nuestra era con la llegada de los romanos. Aquí establecieron un taller de púrpura getúlica. Por ello, transitar este paraíso te da la oportunidad de adentrarte y descubrir una Fuerteventura muy diversa.
Hoy no nos alejamos mucho del muelle, nos dirigimos a las Salinas del Marrajo.
Antecedentes de las salinas en Fuerteventura
La sal es uno de los elementos más importantes en el sostenimiento de la vida, y ha jugado un papel primordial en la historia de la Humanidad.
Se sabe que los mahos recolectaban sal de los charcos naturales que se forman en la zona intermareal del litoral. Con ella salaban tanto pescados como carnes.

A partir del siglo XV, tras la Conquista franco-normanda, y hasta principios del XIX, no hubo salinas artificiales en Fuerteventura. Los únicos lugares para recoger sal, en la isla, fueron las salinas naturales. Tras la entrada en funcionamiento de las Salinas de la Hondurilla (actualmente, Salinas del Carmen) y el auge de las industrias conserveras, Fuerteventura experimentó un importante aumento en la construcción de salinas artificiales.
Fruto de esta “fiebre” por la extracción de sal para el abastecimiento de las factorías de conservas y harinas de pescado, son las Salinas del Marrajo, en el islote de Lobos.
Salinas del Marrajo

La Salinas del Marrajo se sitúan a apenas 1,5 kilómetros del muelle del Islote de Lobos, a las espaldas de la Playa de la Calera, denominada también de la Concha.
Su construcción comenzó en 1944 por parte de Andrés Blas Zala Deutch, en aquella época propietario de la mayor parte del Islote de Lobos.
En la prensa de 1957 podemos leer:

Un activo y emprendedor hombre de negocios español (y no extranjero como consignamos erróneamente en la anterior crónica), don Andrés B. Zala, es el dueño de otra de las codiciadas islitas canarias, el islote de Lobos, que pertenece a Fuerteventura.
Tenemos entendido que en Lobos se han invertido ya varios centenares de miles de pesetas en la instalación de salinas, caleras, aljibes, etc., proyectándose asimismo la construcción de un pequeño muelle.
Para la construcción de las salinas de Lobos, Zala se trajo a uno de los maestros salineros de Lanzarote, concretamente de las Salinas de Janubio.
El desarrollo de las salinas del Marrajo sigue la misma tipología que otras de la isla: de barro con forro de piedra. Las salinas captarían el agua mediante pozo, siendo elevada por un molino, si bien estos elementos no llegaron a instalarse completamente.
La superficie de las salinas del Islote de Lobos superaba los 16.000 metros cuadrados, y se dividía en 2 zonas.
Por un lado, se encontraban los 6 cocederos rectangulares, dispuestos en batería, cuyos muros estaban construidos tanto en piedra con barro como con mortero. Estos cocederos pudieron llegar a tener unos 40 cm de altura de llenado. En ellos la fuerza del viento y los rayos del sol aumentarían la temperatura del agua. Cuando el agua hubiera alcanzado la temperatura adecuada, se canalizaría hacia los tajos o evaporadores, a través de canales. Los cocederos tienen una superficie aproximada de 11.700 metros cuadrados.
La otra zona claramente visible son los tajos. Su superficie es de 4.400 metros cuadrados. Las salinas disponían de unos 216 tajos, con una capacidad de producción potencial de 180 toneladas de sal al año.

Los tajos son pocetas de forma cuadrada en los que se terminaban las tareas de evaporación del agua y extracción de la sal. El agua llegaría desde el tomadero impulsada por un motor. Los canales de riego estaban formados con muros de barro y forro de piedra y mortero.
Al parecer las Salinas del Marrajo nunca llegaron a estar en funcionamiento, paralizándose sus obras en 1965.
En 2010 se restauraron los restos murarios de las salinas del Islote de Lobos. Se instalaron unas pasarelas de madera, para que pudieran ser visitadas. En esas fechas se planteó la explotación de las salinas para el uso de baños terapéuticos de sal en sus diferentes concentraciones de salmuera.
Salinas del islote de Lobos en época romana

Desde que en 2012 se encontraron, de manera fortuita, en la playa de la Concha piezas alfareras de factura romana, el islote de Lobos ha dado multitud de sorpresas históricas.
Aquí hay un importante yacimiento arqueológico: un taller para la extracción de púrpura, de época romana.
La púrpura getúlica se extraía del molusco Stramonita haemastoma, conocido, en la isla, como cañailla, que es muy abundante en Fuerteventura.
La extracción de púrpura, durante el imperio romano, era estacional. La temporada empezaba en mayo y finalizaba en octubre.
Durante ese tiempo, arriaba al islote un pequeño contingente de personas que llevaban consigo todo lo necesario para pasar una larga temporada: animales, plantas, víveres, ajuar, etc.
La población aprovechaba las condiciones naturales de la isla, creando pequeños cultivos. También contaban con cabras que vivían sueltas por la isla.
Muy unido al trabajo de los murileguli (profesionales encargados de la extracción de la púrpura) se encontraba la actividad de los piscatores (pescadores romanos), y a la elaboración de salazones.
En el Islote de Lobos se han encontrado múltiples elementos que hacen pensar que, muy cerca del taller de púrpura, había una pequeña salina para la explotación de los recursos salineros. Por ello está previsto que en las salinas se haga una intervención arqueológica y comprobar, entre otras cosas, si quedan vestigios de dichas salinas.