La mosca asesina

La mosca asesina (Promachus consanguineus)

mosca asesina (Promachus consanguineus)

mosca asesina (Promachus consanguineus)

 

La mosca asesina (Promachus consanguineus) es un diptero predador de la familia de Asilidae esta mosca es de hábitos carnívoros, esta especie es endémica de las islas de Fuerteventura y Lanzarote. Es muy frecuente verlas  en las rocas y suelos. sobretodo en primavera y verano.

Víctor Perera nos cuenta las características de esta peculiar mosca asesina.

La mosca asesina de cuerpo alargado y robusto de poco menos de 3 centímetros de longitud con pilosidad más o menos manifiesta y con un apéndice bucal adaptado para succionar el contenido interno de sus víctimas.

Sus patas son largas y cerdosas, para asir a sus presas, y su abdomen es cónico, esta mosca es una feroz depredadora de insectos voladores.

Metodo de caza:  se aposta en algún promontorio del terreno desde donde acecha el paso de sus presas, abalanzándose sobre éstas mediante un vuelo poderoso y ágil, atrapándolas con sus patas delanteras e inyectándoles unas fuertes encimas para, a continuación, devorarlas en un posadero cercano. Suele cazar mariposas, moscas domésticas, abejas y avispas, variadas clases de chinches , quedando sólo a salvo las libélulas de mayor tamaño.

Tienen un peculiar vuelo nupcial en el que el macho se acerca a la hembra con las patas extendidas en varios intentos, acompañados de un zumbido rítmico, siendo la mayoría de las veces rechazado por la hembra a la que deberá perseguir insistentemente hasta conseguir el acoplamiento. Ambas circunstancias –el movimiento agitado y el típico sonido–, parecen haber sido los responsables de esa curiosa denominación insular, singue (z´ing). Quizá relacionada también con la expresión singuisangue,  ‘movimiento vigoroso y frenético’ (zeng(z)eng), prácticamente en desuso pero que hacía referencia a un ‘baile muy animado o vivaz en pareja’.

Nuestras moscas asesinas son muy frecuentes en todas las altitudes durante los meses de verano, siendo totalmente inofensivas para el ser humano, a pesar de su aspecto y costumbres. De hecho, lo cierto es que era el singue quien debía temer a la chiquillería masculina de antaño, cuya imaginación, un tanto cruel, lo convertía en un juguete muy vistoso: con hilo de coser, ataban el extremo de algún desafortunado singue, y éste empezaba a describir círculos en el aire hasta que, con algo de suerte, lograba escapar, a veces, con hilo incluido.

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