
Todo el que haya visitado Fuerteventura sabrá que la isla cuenta con dos pequeños baluartes: las torres del Tostón, en el Cotillo, y la de San Buenaventura, en Caleta de Fuste.
Buena parte de vosotros, queridos lectores, incluso recordareis que, en su día, hablamos de una fortificación diseñada por Torriani, en el siglo XVI, para ser emplazada en Betancuria, y que, de haber sido construida, habría evitado el mayor saqueo y destrucción de la Villa, protagonizado por Arráez Xabán.
Hoy os traemos otro proyecto del que poco se ha hablado: la construcción de una fortaleza en Puerto del Rosario, Puerto Cabras por aquel entonces.
La fortificación de Fuerteventura
La propia orografía de Fuerteventura convertía a la isla en un lugar muy vulnerable a los constantes ataques de piratas y corsarios. Era fácil desembarcar, en casi cualquier punto de Fuerteventura, y adentrarse hasta las poblaciones más desprotegidas que, por lo general, se encontraban tierra a dentro.
De esta indefensión ya eran conscientes los conquistadores franco-normandos en el siglo XV, y al poco de pisar la Maxorata comenzaron a levantar pequeñas defensas, conocidas como castillos betancurianos. Se construyeron las fortificaciones de Valtarajal, el Castillo de Lara, el Castillo de Riche-Roche, y el situado en el Barranco de La Torre. Algunos de estos baluartes posiblemente se levantaron sobre edificaciones aborígenes.
No es hasta el siglo XVIII cuando se realizaron planteamientos serios para construir bastiones defensivos en la costa majorera, con capacidad para albergar artillería. Fruto de ello, el ingeniero Claudio d L´Isle, nos dejó las torres del Tostón y San Buenaventura.
Pero ahí no acabaron los proyectos para defender la isla de las incursiones enemigas. A principios del siglo XIX se proyectó construir un auténtico fortín en Puerto Cabras.
Una fortaleza para Puerto del Rosario
En 1790, años antes del nacimiento del asentamiento de Puerto Cabras, los comerciantes que llegaban a la isla para cargar barrilla, en sus barcos, ya se asombraban de que no hubiera ningún tipo de edificación en el puerto de Puerto Cabras.

A finales del siglo XVIII Miguel Vázquez, construyó un par de almacenes, y poco más tarde ya habían algunas lonjas, e incluso, un mesón cerca del puerto. Sin embargo, seguía sin haber defensa alguna que vigilara y protegiera la zona de cualquier acción de pillaje.
Hubiera sido de gran ayuda tener un fortín con artillería por aquel entonces.
En el primer tercio del siglo XIX los vecinos portuenses vivían atemorizados y a merced de los piratas y corsarios que desembarcaban en Puerto Cabras. Algunos piratas bajaban a tierra, pegando tiros a diestro y siniestro, saqueando todo lo que quedaba a su mano. Otros, capturaban barcos y robaban la carga e incluso las velas.
Las autoridades majoreras pidieron al Comandante General La Burria que les fortificase, o les prestase un par de cañones para hacer frente a los corsarios. Pero La Burria se burló de ellos.
La única defensa con la que contaba Puerto Cabras era un parapeto de piedras, con un par de cañones cortos, que montó el francés Francisco Yrriberalti de Lagarde, al Oeste del pueblo, y que daba protección a las lanchas y pescadores.
Fue tras la visita del Comandante General Francisco Tomas Morales, cuando se consiguió que se tomaran en serio las peticiones para fortificar el primer puerto de Fuerteventura. Juan Manuel Pereira, marqués de la Concordia, encargó al Coronel de Ingenieros Domingo Rancel el proyecto para erigir una fortaleza en Puerto Cabras.
La batería sería una sólida construcción que se levantaría en la Punta del Charco. Se trataría de una adaptación de los fortines militares que se venían edificando desde finales del siglo XVIII por toda la costa mediterránea. La fortaleza de Puerto Cabras sería muy similar a la de San Ramón en el Cabo de Gata o al granadino Castillo de la Herradura, sin las dos torres semicirculares de su frente.

Se fabricaría de mampostería de piedra volcánica y mortero de cal. La fortificación tendría tres partes diferenciadas: una batería semicircular orientada hacia el mar, el cuerpo principal, organizado en torno a un patio rectangular, y una barbacana hacia tierra firme, para proteger la puerta de entrada.

Las salas interiores estarían cubiertas con fuertes bóvedas de medio cañón, sobre las que se alzaría una extensa terraza protegida por antepecho y saeteras para fusilería y artillería pesada, posiblemente para cañones del calibre 24. Esta defensa contaría con efectivos de la Milicia Urbana y Artillería. Tendría almacén de pólvora, aljibe, cuarto para oficiales, alojamiento para la tropa, cocina, almacén de víveres, y alojamiento para los artilleros.

Esta magnífica fortaleza se topó, como casi todas las que diseñó Domingo María Rancel, con un gran impedimento para no ser edificada: su alto presupuesto. Otro motivo para desistir de la construcción de la fortaleza de Puerto Cabras fue que, a partir del segundo tercio del siglo XIX, ya apenas se producían ataques de piratas y corsarios. Además, de 1817 con el último ataque cosario, ya no hubo más incursiones por parte de tropas extranjeras.