Escultura Ventana al Infinito

En la serena avenida marítima que se extiende tras la Playa de Tarajalejo, se erige un tesoro cultural único: MARESEUM. Este museo al aire libre no es solo un conjunto de esculturas; es una oda al mar y a todo lo que este vasto océano abarca y suscita en la imaginación humana. Concebido como un espacio de encuentro entre arte y naturaleza,  MARESEUM presenta cinco cautivadoras propuestas artísticas creadas por talentosos autores de diversas nacionalidades, todas ellas entrelazadas por un hilo temático común: el mar.

Las imponentes esculturas que componen este museo fueron forjadas en noviembre de 2017, durante el célebre I Encuentro Internacional de Escultores de Tarajalejo, conocido como el FÔRMAR 2017. 

Uno de los tesoros destacados en este museo al aire libre es “Ventana al infinito”, una obra concebida por la artista Ana Mamulashvili, originaria de Georgia. 

Ventana al infinito”: una invitación a la contemplación eterna

Esta obra de Ana Mamulashvili emerge cerca de la escultura “Ladrón de Perlas IV“. 

Ventana al infinito se presenta como una imponente roca, reminiscente de los mehires de los cuentos de Asterix, con sus cantos redondeados y una apertura rectangular que sirve. Pero esta no es una ventana común; es un portal hacia la eternidad del mar. Ana Mamulashvili nos invita a través de esta obra a mirar más allá de lo tangible, a explorar el océano a través de un marco único lleno de ondas que danzan en su superficie, simbolizando el perpetuo movimiento del agua. Es como si el océano, en su inabarcable vastedad, se desplegara ante nosotros sin límites ni fronteras.

Desde esta ventana privilegiada, los visitantes pueden deleitarse con la vista donde las olas se funden con el horizonte, en un abrazo perpetuo entre el mar y el cielo. Es un llamado a la contemplación, a la conexión con la naturaleza y a la comprensión de la insignificancia humana ante la grandeza del universo marino.

En un mundo acelerado y lleno de distracciones, obras como la de  Ana Mamulashvili emergen como un oasis de calma y reflexión. Más que una simple propuesta al aire libre, esta obra se convierte en un refugio para el alma, donde el arte y la naturaleza se entrelazan para ofrecer una experiencia única y transformadora.

Mamulashvili, al describir su obra, reflexiona sobre la filosofía del humanismo y su influencia en la percepción y comprensión del mundo que nos rodea. Ella señala que desde el conocimiento político hasta las decisiones cotidianas, el humanismo ha sido una fuerza primordial que moldea tanto la vida individual como la colectiva. La búsqueda constante de comprensión y liberación de acciones humanas, así como la exploración de la existencia misma del individuo y la vida diaria, son temas que resuenan profundamente en su obra.

Las reflexiones de Mamulashvili sobre la educación formal y su evolución a lo largo del tiempo también se entrelazan con su obra. Desde la filosofía de Bacon hasta la concepción moderna de la educación, la artista observa cómo el conocimiento ha ido más allá de las categorías tradicionales, penetrando en la esencia misma de la existencia y la biología. A medida que la educación ha evolucionado, ha desafiado las percepciones arraigadas de miedo y dependencia, abriendo nuevos caminos para comprender y clasificar el mundo que nos rodea.

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