EL CHOCOLATE EN FUERTEVENTURA Un lujo llegado de América

CHOCOLATE

CHOCOLATE

Cada 13 de Septiembre, desde hace ya más de 25 años, se celebra el día internacional del chocolate. Está demostrado que comer chocolate de buena calidad, con más del 70 % de contenido en cacao, aporta beneficios para la salud. Es un potente antioxidante, eleva el colesterol HDL, el llamado “bueno”, y protege el colesterol “malo” contra la oxidación. Estimula el sistema nervioso con una acción muy semejante a la de la cafeína y contiene feniletilamina, una sustancia que segrega el cerebro y que produce sensaciones de placer.

Origen del Chocolate en España

El Chocolate llegó a Europa a principios del siglo XV, procedente de Méjico. Cristobal Colón fue el primer europeo que probó una reconstituyente bebida de cacao, pero su sabor amargo no le gustó. No sería hasta la llegada de Hernán Cortés cuando se comenzó a valorar el potencial de este alimento.

Gonzalo Fernández de Oviedo fue el primer cronista que, impresionado por el árbol y el fruto, describió el cacao en 1514. De aquel encuentro dejó memoria en su Historia natural y general de las Indias, 1535-1557. Explicó con todo lujo de detalles cómo es el árbol, sus mazorcas, sus almendras y la bebida que con ellas se hace. También contó cómo los indígenas hacían una manteca con las semillas de cacao capaz de curar heridas profundas, según él mismo experimentó.

Gonzalo Fernández de Oviedo mandó hacer manteca de dos arrobas de almendras de cacao. Llevó una parte a España y le regaló una porción a la emperatriz Isabel de Portugal esposa de Carlos V.

Sin embargo, fue Fray Jerónimo de Aguilar, fraile del monasterio de Piedra quien consiguió traer semillas y la receta para elaborar chocolate, en la segunda década del siglo XVI.

A partir de esa época el chocolate fue considerado tanto un medicamento, como un artículo de lujo, solo al alcance de unos pocos.

SEMILLAS DE CACAO

SEMILLAS DE CACAO

El Chocolate en Fuerteventura

En Fuerteventura hasta principios del siglo pasado apenas llegaba el cacao. Las fábricas de chocolate se concentraban, principalmente en Gran Canaria y Tenerife.

Son pocas las referencias escritas donde se documenta la cantidad que llegaba a Fuerteventura, desde las américas y cuales eran sus usos, antes del siglo XIX.

Si en la península tener chocolate, era sinónimo de ser una persona con un alto poder adquisitivo, en Fuerteventura ese sinónimo se acrecentaba.

Las pocas personas que podían disfrutar de tan excelente manjar, adquirían chocolateros de cobre y piedras de labrar chocolate, con la que elaboran chocolate de manera artesanal.

Las semillas de cacao se tostaban y se molían hasta convertirlas en un fino polvo. Se mezclaba una parte de polvo de cacao con tres de agua, que más tarde, se acompañaba con leche y azúcar, aromatizado con vainilla o canela, mezclado incluso con yema de huevo y caldo de carne.

El viajero inglés, George Glas, que pasó por Fuerteventura en la segunda mitad del siglo XVIII recogió en su libro de viajes unas pocas anécdotas sobre la gastronomía majorera. Se sorprendió de que en las casas de la clase adinerada, de Fuerteventura, no se comiera chocolate, tan asiduamente como lo hacían en otras islas. Dejamos un fragmento de su paso por Betancuria.

En los jardines de la Villa no vimos frutales ni otros árboles, salvo unas pocas palmas e higueras y algunas tuneras. Después del paseo, regresamos a la casa, en donde desayunamos pan, pollos asados, queso, vino y golosinas, puesto que aquí la clase alta no usa el chocolate, como hace la de las otras islas. (…)

Nos despedimos de él (del alcalde de Betancuria) a eso de las diez de la mañana y regresamos a Las Playas (actualmente, las Playitas). En el camino, hicimos una parada en la casa de un caballero, que era natural de Tenerife y que tenía arrendadas las rentas del Rey sobre el rapé y el tabaco en la isla. Su casa era de dos plantas, con balcones. Pidió que nos sirvieran un plato de chocolate a cada uno de nosotros y nos atendió de manera campechana, abierta y hospitalaria; y cuando nos despedimos de él, hizo que uno de los criados llenara el saco del guía con pan, queso y botellas de vino.

El cacao que llegaba a Canarias y a Fuerteventura procedía, en gran parte, de Guayaquil y de Caracas.
Quizás, el hecho histórico más notable relacionado con un cargamento de cacao y Fuerteventura, fue protagonizado por el comerciante majorero Felipe Matheo de Cabrera, en 1661.

Felipe embarcó en Caracas hacia Veracruz con diversas cargas de mercancías, entre ellas algunas de cacao. Una de las partes de cacao la marcó con la imagen de la Virgen de la Peña, de la cual era muy devoto. El barco en el que navegaba se vio sorprendido por una tempestad y tuvieron que tirar las mercancías por la borda para no naufragar. Cuenta fray Diego Enríquez que después de implorar a la Virgen de la Peña, arriaron a buen puerto, y que las sacas de cacao volvieron a la nave por sí solas. El majorero vendió la mercancía y ofreció la mitad de las ganancias a la Virgen. Donó dos ternos, uno de tela verde y otro de lama encarnada y una lámpara grande curiosamente labrada.

En una carta dirigida al padre guardián del convento franciscano de Fuerteventura, fechada en La Habana el 20 de febrero de 1704, se contaba lo acaecido décadas atrás y se hacía presente de la donación, así como de varios ornamentos.

SEMILLAS DE CACAO

SEMILLAS DE CACAO

En la medicina popular majorera se ha utilizado el chocolate para mitigar varias dolencias.

  • Durante el parto, si este era difícil la mujer bebía chocolate disuelto en agua de cebolla o de azafrán. También se usaba como reconstituyente de las parturientas para ayudar al cuerpo a reponerse.
  • Para mitigar los efectos del sarampión, se tomaba chocolate con agua de borraja.
  • Para las afecciones respiratorias se rallaba chocolate con azúcar de caña y ponía una bolsa de afrecho caliente en el pecho o la garganta.
  • Si se tenía tos seca y remitente, había que coger dos adarmes (3,58 gr.) de espermas, dos onzas de aceite de almendras dulces, dos adarmes de manteca de cacao y ungüento de malvaloca. Con todo ello, bien mezclados, se hacía una pomada que se ponía al paciente en el pecho mientras se acostaba.
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