Entre las festividades religiosas más curiosas que se dieron en Fuerteventura y que, por desgracia, han desaparecido se encuentra el Baile de San Pascual, también conocido como las fiestas de San Pascual Bailón.
¿Quién fue San Pascual Bailón?
San Pascual Bailón, Pascual Baylón Yubero, nació en el seno de una humilde familia de ganaderos el 16 de Mayo de 1540 en Torreformosa, una pequeña villa cerca de Calatayud, en la actual provincia de Zaragoza.
Pascual Baylón se dedicó, durante su infancia y adolescencia, al pastoreo en las localidades de Almansa, Elche y cerca de Orito en la provincia de Alicante, donde había un convento franciscano.
A los 24 años de edad ingresó en el convento franciscano de Santa María de Loreto de Albatesa como hermano lego, desempeñando el oficio de jardinero o portero.
Destacó en el convento por su devoción al Santo Sacramento y su atención a los pobres como hermano limosnero. Falleció el 17 de mayo de 1592.
Tras la muerte de Pascual Baylón su tumba se convirtió en centro de peregrinación de fieles de todos los estamentos sociales. Monarcas, nobles hasta humildes pastores se acercaban a su sepulcro a pedir favores.
La Iglesia Católica hizo del franciscano un símbolo de la Contrarreforma, apresurándose a elevarlo a los altares. Pablo V aprobó su beatificación en 1618, apenas 25 años después de su muerte, siendo canonizado por Alejandro VIII en 1690.
Quizás el tradicional Baile en honor a San Pascual se deba a una traslación de ciertos bailes pastoriles que se hacían para ahuyentar a los lobos, o a una interpretación que el biógrafo de San Pascual, Ximénez, narró de la siguiente manera:
“encerrado en el refrectorio, se le vio muchas veces bailando transportado de gozo delante de la santa imagen de la Virgen”
¿Cómo llegó la tradición del Baile de San Pascual a Fuerteventura?
La tradición de celebrar, cada 17 de mayo, el Baile de San Pascual en Fuerteventura probablemente llegó de la mano de los lanzaroteños que se asentaron, a finales del siglo XIX, en el norte de Fuerteventura. En Lanzarote las fiestas a San Pascual Bailón se hacían desde el siglo XVIII. Es más, en el convento franciscano de Teguise hubo una talla de este Santo, que fue muy venerada.
¿En qué consistía el Baile de San Pascual en Fuerteventura?
Los bailes de San Pascual en Fuerteventura se organizaban para atender a una promesa que se le hizo al santo y que se vio cumplida. Podría ser que hubiera llovido o la cura de una enfermedad. En ese caso se cantaba algo parecido a:
San Pascual, santo bailón,
santo de mi devoción,
que me curaste al niño
de la terrible (y el nombre de la enfermedad).
En el baile de San Pascual las mujeres invitaban a los hombres y tenían el derecho de guiar a sus parejas. Se colocaba un gran cirio con un lazo rojo en la mitad, aproximadamente.
Mientras que la vela duraba encendida sin quemar el lazo, eran las mujeres las que invitaban a bailar a los hombres. Ellos tenían que esperar sentados a ser escogidos para el baile y cada chico podía bailar hasta tres piezas. Cuando se terminaban las tres piezas la moza escogía una nueva pareja de baile.
En el momento en que la vela quemaba la cinta, se volvía al sistema tradicional en el que los hombres eran los que sacaban a las mujeres a bailar.
José Rial, farero del Islote de Lobos en los años 20 del siglo XX relató de la siguiente manera el Baile de San Pascual en Corralejo:
En Corralejos, esta danza tiene verdadero carácter litúrgico: es grave, solemne, ceremoniosa y con curiosos detalles que le dan sabor.
En el gran salón de recibo que tiene toda casa que se respete, arde una vela única ante la imagen de San Pascual, colocada sobre la consola, entre floreros de cristal, candeleros de estaño, tal cual perro o gato de yeso, juguetes, conchas…
La luz es pequeña y el salón es muy grande; de ahí que la claridad se debilite y se pierda antes de llegar a las paredes y al techo, dejando en sombras la cama monumental, con las cortinas adornadas de flores de papel, los grandes cofres-cómodas y las sillas arrimadas a la pared, donde están las mozas. En los rincones arden los braseros de las cachimbas de los viejos, junto a las madres y las casadas. Y en la puerta del salón, que da a la calle, los mozos cruzan, se paran, esperan y vuelven a cruzar en la noche, con sus cachimbas encendidas como gusanos de luz.
En el círculo de la vela que brilla ante la imagen, una moza baila con pausados movimientos la danza ritual de las folias. Un timple, cuyos sones se pierden antes de llegar a la calle, asordinados por la densa nube de humo, la acompaña. De rato en rato, la moza avanza hacia la puerta, vuelve, y al fin, se pone a bailar ante uno de los mozos: el elegido. El mozo suelta la cachimba, y, siguiendo el ritmo, baila frente a la moza hasta que ambos se cansan, y surge otra moza sola bailando, que invita a otro muchacho…
El timple suena incesante con el mismo tono lento, que llega a hacerse cansado. Los viejos fuman. Las viejas rezan o murmuran, con un runrún de abejorros, en la sombra…