
Pasear por las calles peatonales de cualquier ciudad constituye una experiencia única. Los turistas se entremezclan con los residentes, buscando algo de originalidad. Las calles adoquinadas y estrechas, los cafés y las pequeñas tiendas locales, hacen que el visitante se traslade a otro tiempo, a ese cuando el asfalto todavía no había engullido la mayoría de los pueblos.
Antaño, lo más habitual era que, las pequeñas localidades estuviesen empedradas con los típicos callaos, y que, solo las zonas más importantes y con mayor tránsito tuvieran un pavimento basado en adoquines.
Actualmente quedan pocos enclaves con este suelo tan auténtico. Ahora bien, las pavimentaciones que ofrecen nuestras poblaciones históricas, como la Villa de Betancuria, son uno de los rasgos más destacados de todo lo que constituye la epidermis de las ciudades.

Algunos ilustres viajeros se sorprendían al ver como asomaban pequeñas flores entre los adoquines de, por aquel entonces, Puerto Cabras.
Hoy queremos poner en valor una de las industrias más efímeras y florecientes que tuvo la isla, y que, por desgracia, ha caído en el olvido: La fabricación y la exportación de adoquines.
Adoquines de Fuerteventura
Los adoquines que se manufacturaban en la isla, provenían de zonas con abundantes afloraciones de bloques basálticos, sienitas y dioritas.
Los adoquines labrados en Fuerteventura, a principios del siglo XX, eran de color gris claro y oscuro.
Se caracterizan por ser una piedra dura, áspera, muy consistente y pesada, bastante superior en calidad al adoquín empleado en el pavimentado de las calles de otras ciudades de Canarias.
Se crearon varias canteras en la isla, para la extracción de rocas y la elaboración de adoquines. Las más conocidas fueron las que se instalaron cerca de Ajuy, en el tramo final del barranco de las Peñitas.
Desde allí, los adoquines eran llevados, a lomos de burros y camellos, hasta el Puerto de Ajuy, para ser embarcados y enviados a otras islas, e incluso al extranjero.

A principios del siglo XX se proyectó una infraestructura, con railes y vagonetas para poder transportar los adoquines desde las canteras hasta el puerto de Ajuy. Contaría, además, con un túnel que conectaría el Barranco de Ajuy con el refugio del Puerto de la Peña, y así poder facilitar el embarque de la piedra.
Se comenzaron a excavar dichos túneles por las Cuevas de Ajuy, pero el proyecto no se concluyó. Hoy en día se pueden ver las zonas perforadas en las Cuevas de Ajuy.
Los adoquines que se labraban en el norte de la isla tenían salida por el Puerto del Tostón.
En 1936 Jiménez Sánchez apunta que:
Nuevas notas de los Ingenieros Sres. Conesa y González Negrín hacen prever la inmediata construcción de un pequeño muelle, que facilite las operaciones de embarque no solo de la piedra de cal, sino también de cantería, adoquines, etc.
¿A dónde se enviaban los adoquines majoreros?
El mercado principal de los adoquines “made in Fuerteventura”, era la propia isla. Se pavimentaron las calles con mayor tránsito de los núcleos poblacionales más importantes, los alrededores de las iglesias, y, sobre todo, los puertos.
Durante las primeras décadas del siglo XX, se enviaron adoquines desde Fuerteventura a Argentina, Tenerife y Gran Canaria, principalmente.
Para agilizar la exportación de adoquines, el Cabildo de Fuerteventura constituyó una Sociedad, que tuvo muy poco recorrido.
El barrio de Vegueta, El Puerto de la Luz, ambos en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, y el Puerto de Santa Cruz de Tenerife, son tres de los lugares donde todavía quedan adoquines majoreros.
Adoquines de Fuerteventura en la prensa.
La prensa de la época se hacía eco de los avances de las obras públicas de sus respectivas ciudades. Los adoquines eran parte fundamental de dichas infraestructuras. Veamos algunos ejemplos.

Han regresado de Fuerteventura el ingeniero de la Junta de obras del puerto y el Ayudante Sr. Mayo, donde marcharon para estudiar la manera de hacer el rápido acopio de adoquines para la carretera del Puerto de La Luz.
La Prensa – Diario Republicano – 10 de Noviembre de 1914
El Muelle de Santa Cruz de Tenerife, así como las rampas de acceso tardaron varios años en concluirse. De hecho, las mofas en la prensa eran continuas.

El adoquinado de la entrada del muelle continúa casi como en 1919. Se dice que se ha mandado a buscar adoquines a Fuerteventura. A ver si va a ser tan desgraciada la Junta de Obras del Puerto que en vez de adoquines reciba camellos.
El Progreso – 31 de marzo de 1921

Las obras del puerto.
Tan pronto se reciban los adoquines, que han sido encargados a la isla de Fuerteventura, se reanudarán las obras de reforma de la entrada del muelle principal, creyéndose casi seguro que estarán terminadas en el próximo mes de Mayo.
Y cuando llegaron

Ya se han recibido de Fuerteventura 90 metros cuadrados de adoquines con destino a las obras de reforma de la entrada del muelle principal, habiéndose reanudado ayer los trabajos.
La Corporación insular de Fuerteventura era la responsable del envío de los adoquines a otros puertos canarios. Cuando los exportaba exigía al Cabildo que los recibía, que se le eximiera del pago de los arbitrios sobre los adoquines.
Esta práctica se mantuvo, por lo menos, hasta el inicio de la Guerra Civil.
En los años 20 del siglo pasado estos impuestos ascendían a cincuenta céntimos de peseta por metro cuadrado.
El Ingeniero jefe de obras del Puerto de Santa Cruz de Tenerife lo explicó de la siguiente manera al periodista del rotativo El Progreso, en 1921

-Ah!; me olvidaba. ¿Dispuso usted siempre de material para las obras a que nos referíamos?
-No, señor. Hubo momentos en que no se hallaban adoquines por ninguna parte ni aun pagándolos con sobreprecio. En uno de estos trances me los ofrecieron desde Fuerteventura a condición de que el Cabildo les eximiera del impuesto de cincuenta céntimos por metro cuadrado que con arreglo a ley percibe.
Decadencia del adoquinado.
El mantenimiento del adoquinado es muy costoso y lento, pues además de la escasez de materia prima hay que sumarle que es un trabajo manual y duro, realizado por canteros y labrantes.
Tras la Guerra Civil la pavimentación con adoquines fue desapareciendo de muchas calles canarias, siendo sustituida por el “moderno” asfalto.
Los adoquines que se han traído desde entonces provienen, en la mayoría de los casos, de otros lugares más competitivos y a menor precio.